Conduje durante un rato como su fuese un buitre al rededor del antro, cada vez ampliaba la vuelta un poco más, pensé que sería una buena opción para encontrar a una persona el utilizar esta táctica. El olor de mi ropa, ese que se quedó impregnado del humo del tabaco y algo como una mezcla de perfumes, me recordaba la "plática" que sostuve con el jefe y muy posiblemente, ahora ex-empleador de mi esposa y me hacía hervir la sangre, quería en ciertos momentos regresar a aquel lugar y hundirle la nariz en la cara; pero ni ese es mi estilo, no creo que hubiese llegado tan lejos como para necesitar hacer algo así.
Llegó un punto que pensé en voz alta como un loco cualquiera, sobre lo que debería de hacer; ya había averiguado de muchas formas el paradero de ella y había llegado a un lugar, donde por fin me confirmaron que hasta hace poco aún la habian visto. Pero ¿debería de regresar a la casa o seguir gastando gasolina dando vueltas como estúpido en los alrededores de las calles del centro?, me contesté yo solo diciendo "cada quien da vueltas como quiere" y dibujé una pequeña sonrisa, la cual miré en el retrovisor; hacía tiempo un rato que no me reía, y tuvo que ser por una tontería que yo mismo me dije.
Al doblar la esquina y habiendo tomado la decisión de regresar a casa, vi la silueta de ella caminando por la acera, con solo verla por detrás podía notar que iba llorando o lamentándose, así mismo era clara la impotencia que mostraba, se distinguía la tensión de sus brazos y manos, los puños cerrados y muy apretados, nunca la había visto con tal nivel de molestia, bueno, tal vez algunas veces.
Me orillé y detuve el motor del auto, baje y a prisa me dirigí hacia donde estaba y la tomé de los hombros, no volteba a verme a los ojos pero podía sentir la tensión de su cuerpo. Le cuestionaba qué pasaba, qué le había sucedido, en fin sentí que hice un centenar de preguntas y ni una de ellas pareció inmutarle para nada. Fue así que comprendí que lo mejor no era, en ese momento, el tratar de hablar y decidí fundirme en un abrazo con ella.
Después de un rato de estar ahí sin hablarnos o mirarnos, poco a poco sentí cómo comenzaba a ceder en su dureza, y de pronto me alejó con un leve movimiento de sus brazos, me volteó a ver con sus cristalinos y grandes ojos enmarcados en una máscara negra de delineador corrido de las pasadas lágrimas, y apasiblemente me dijo "no pasa nada, confía en mi, no pasó nada y lo único que quiero es irme a nuestro hogar y descansar".
No le cuestioné nada, nos dirigimos al auto, lo encendí y me dirigí a nuestra casa, hasta la fecha no hemos tocado el tema, ni necesidad he tenido e hacerlo, ni por qué quisiera contarle todo lo que ese día hice por ella.
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